RUTA 1 / DÍA 15
A la mañana siguiente, llenos de energía y buena actitud, fuimos al muelle a tratar de averiguar cómo hacer el trayecto de La Paz a Mazatlán, en la compañía de ferris que nos había abandonado, la opción era salir ese día a las 2:30, pero a Topolobampo, puerto del Golfo de California en el estado de Sinaloa, con lo cual, a nuestro itinerario se le agregaba una noche de hotel y 500 kilómetros más de recorrido, lo que obviamente afectaba nuestras finanzas y moral. Afortunadamente, como siempre en la vida, había otra opción, otra compañía llamada TCM, que tiene un ferri de carga, mismo que saldría ese mismo día a las cuatro de la tarde con destino a Mazatlán, pero sólo podían ir las motos, la camioneta, con todo el equipo, los camarógrafos, el sonidista y el director. No tenía lugar para los demás, o eso nos dijeron, hasta que se les ocurrió que podrían informarnos, a las 2:30 horas, cuando el ferri a Topolobampo ya habría partido, dejándonos en el peor de los escenarios.
Solicité a la encargada de la ventanilla la posibilidad de que nos aseguraran incluir a la camioneta en el ferri de carga o de lo contrario, todos, motos y camioneta, deberíamos de irnos a Topolobampo. Ante esto y al ver que éramos un programa de televisión y cuya misión es hablar bien de México, nos dijo con una actitud displicente, arrogante de la baja burocracia, que si nos venderían los boletos; que pasáramos aduana, con los vehículos y volviéramos a la ventanilla a pagar por el transporte.
En la aduana se aseguraron de tenernos al sol durante una hora, con el fin de demostrar su poder y la importancia de sus puestos; así pudimos ver la bienvenida que les ofrecemos a los extranjeros y las facilidades que les brindamos a quienes vienen a nuestro país como visitantes y se les trata como terroristas. Pobre cultura de la diplomacia y la educación.
Al volver a la ventanilla de la compañía de ferris, nos vendieron los boletos, claro, la camioneta excedía el largo promedio por lo que nos debían de cobrar un metro más (cómo puede esto ser posible, si es una pick-up mediana), también trataron de cobrar sobrepeso de una moto, lo cual es físicamente imposible, por lo cual la señorita, más por vergüenza que convencimiento, desistió de su barata e inmoral intentona de extorsión.
Ya con los boletos de ascenso al barco, nos indicaron por donde llegar, y cuál sería nuestra sorpresa, cuando al presentarnos se nos dijo que esperáramos ahí, frente a la popa del ferri, al sol, sin absolutamente ningún servicio, sombra o facilidad.
¡Cinco horas!, cinco horas al sol, viendo como embarcaban camiones recién llegados, cinco horas en las que no nos dejaban abordar para utilizar el baño o alejarnos a buscar agua o sombra bajo riesgo de perder el lugar.
Claro ejemplo de lo que genera una concesión, un privilegio dado a un particular con especiales arreglos y componendas con las autoridades, a las que llega a suplantar en la práctica; qué sensación de estar en los barcos de esclavos del siglo XVIII.
Cuando finalmente abordamos, habiendo pagado incluso en exceso, nos aguardaba otra sorpresa, cuando nos indicaron que no tenían ningún material para asegurar las motos y lo debíamos hacer nosotros mismos, obviamente, por nuestra cuenta y riesgo.
Este ferri de carga tiene precios similares al ferri de pasajeros, con la salvedad de que no cuenta con absolutamente ningún servicio para pasajeros. Si hubiera que describirlo en forma escueta, yo diría que es un camión de la basura que navega por el mar, abusando de que es un monopolio, que no cuenta con absolutamente ninguno de los elementos básicos de higiene, seguridad y mucho menos con comodidad.
En atención a que éramos cerca de 80 pasajeros, únicamente dos mujeres, una de las cuales era nuestra compañera Squash, solicitamos al capitán el poder utilizar alguno de los baños de los 22 camarotes que tienen los tripulantes, a lo que respondió que no era posible.
Qué lejos estamos de aquellos capitanes galantes, valientes, que velaban por la seguridad de sus pasajeros gracias a su capacidad y determinación. Por si fuera poco, dormimos en el piso, afortunadamente las condiciones del mar nos permitieron disfrutar de las estrellas y olvidar la realidad del transporte.
Pobres camioneros, héroes anónimos que tienen que aguantar cotidianamente estas condiciones y malos tratos por la naturaleza de sus trabajos.